Fraguando una idea
Cuando comenzamos este proyecto pensamos (y lo seguimos haciendo) que el espacio expositivo, debe ser entendido como un lugar de reflexión y que no solo debe gatillar la discusión sino generar los medios para que ésta suceda; debe desarrollar debates que permitan que el proceso de construcción no sea únicamente un relato hegemónico y verticalizante de la obra expuesta, sino que, por sobre todo, debe ser participativo. Un tejido donde se generen interrelaciones que permitan redefinir tramas significativas de identidad e historicidad, donde los contenidos, artefactos y obras expuestas se encuentren en disputa por su pertenencia e interpretación, generando un proceso de construcción continua.
En este sentido, definir el origen de una idea, como algo prístino e inspirador, me parece a estas alturas, algo decimonónico, y hasta un poco retorcido. Por lo general el ejercicio de establecer el punto de partida de algo, en este caso de una idea, nos podría llevar a una serie de equívocos o simplemente idealizar momentos, romantizar situaciones y por cierto, desvirtuar completamente la promiscuidad propia de las relaciones que conllevan a la generación de una idea (o un conjunto de ellas). Por lo demás, atribuirla a una sola persona, tampoco es muy cierto. Más bien apela al bálsamo de nuestro ego que se regocija al escuchar resonar nuestro nombre, como si hubiésemos realizado algo relevante, cuando lo cierto es que esa/s idea/s, viene/n de un libro, de una experiencia, de una conversación, de una peli, y éstas se encuentran siempre en tránsito, de un lugar a otro, de una persona a otra, una especie de reacción en cadena o salto exponencial de contagio.
En particular la idea de este proyecto, por lo menos se puede rastrear al 2019, a conversaciones que nos llevaban a hablar del Museo Trashumante y el Museo Errante, ideas ubicadas en el depósito de los proyectos inconclusos, ideas que se complementaban, que tomaban algunas premisas como la de museo crítico, museo mestizo, la idea de polifonía y dinamicidad.
Mirábamos en la misma trama lo cotidiano y lo excepcional, como una conversación en el comedor de una casa, que posee muchos sonidos que se suprimen y apabullan unos con otros, pero que a su vez alcanza estructuras correctamente coordinadas que la pueden llegar a transformar en un coro griego.
Es por esto que la fuente narrativa y articuladora de la experiencia del Site-specific, es la memoria. Ella en primera instancia es quién relata su testimonio de un pasado reciente en tiempo presente, convirtiéndose en la obra. A través de la invocación de imágenes, hechos, emociones y recuerdos, y que, al sumarse a las propias memorias, va construyendo y constituyendo un proceso evocativo de recordación, y por tanto, de memoria colectiva.
En resumen, esperamos se contagien con estas ideas y se propaguen estas memorias a través de la reflexión y la conversación.
PAB